sábado, 16 de abril de 2011

RUTA ESOTÉRICA POR BARCELONA

Esta ruta por la Barcelona mágica, esotérica y misteriosa, transcurre por el barrio Gótico, y forma parte de las historias de la ciudad que muchos barceloneses desconocen.
Es aconsejable realizarla de la mano del guía y periodista Carlos Mesa, dedicado a la investigación en temas de misterio, que lleva escribiendo sobre temas de la historia oculta desde hace 25 años.
El punto de encuentro de esta ruta, es la Plaça de l'Angel, todos los sábados a las 18 horas, donde durante 4 horas Carlos nos desvela todos los secretro, misterios y leyendas de la Barcelona esotérica. La entrada cuesta 15 € ó 12 € si la compras por interner en Actividades de ocio.
Pero si la queréis hacer por libre, la ruta empieza en la calle Estruch, donde una placa conmemorativa evoca la magia en honor al mago Astruc Sacanera, que vivió en el siglo XV. La placa, puesta ahí por el hipnólogo Ricard Bru, muy conocido en los ambientes esotéricos, recuerda que en esta calle un mago vendía una pólvora especial y una piedra que permitía curar picaduras de insectos, incluso los venenosos.
Por si fuera poco todas las puertas tienen los números decorados con simbología relacionada con la brujería y el esoterismo. Y en el número 14 de la calle hay un edificio del siglo XVIII, en cuyos balcones se aprecian dibujos de dragones y animales fantásticos.
Continuamos hacia la calle Portaferrissa, y nos detenemos en el número 11, donde se puede contemplar sobre la puerta, un conjunto escultórico de dos niños, con un triángulo encima de unos ladrillos, en medio de ellos. El niño de la derecha sostiene dos reglas, y el de la izquierda un compás y una paleta. Si alguno ha comprendido lo que significan estos símbolos se habrá dado cuenta de que aquí estuvo la masonería.
Las masonerías, eran unas asociaciones de carácter secreto, que tenían como objetivo la búsqueda de la verdad y el fomento del desarrollo intelectual y moral del ser humano.
No es éste el único signo masón, pues si nos dirigimos a la Catedral de Barcelona, veremos en los muros externos, una marca hecha por los canteros, con tres puntos que conforman una pirámide, que es el símbolo arquitectónico de la masonería.
Cerca de ahí se encuentra la calle de la Pietat, y a la altura de la Casa dels Canonges, en una de las ventanas de las capillas, se contempla un compás con la fecha de 1617.
Barcelona fue fundada como colonia romana en el año 15 a.C. Se eligió su situación por estar en un emplazamiento que permitía controlar el comercio del puerto en lo alto de un pequeño monte, el Mons Táber (actual barrio gótico), y de fácil defensa.
La distribución de la ciudad era el propio de las ciudades romanas, estando cruzada por una calle de más de 800 metros y una calle perpendicular de hasta 550 metros. Ambas travesías finalizaban en las cuatro puertas abiertas en la muralla.
En el cruce de estas dos calles se encontraba el Foro, lugar de encuentro y centro urbanístico que contenía los principales edificios: basílica, templos, termas y mercados. Y en especial el templo dedicado a Augusto, donde ahora se ubica el Centro Excursionista, en la calle Paradís, 10, donde sólo quedan cuatro de las columnas que todavía pueden verse en su interior.
Es recomendable complementar la visita a las columnas, con la del Museo de Historia de Barcelona, situado en la planta baja de la Plaza del Rey, muy próxima a la calle Paradís. Este museo ofrece un recorrido por las ruinas romanas que se encuentran bajo la plaza, unos restos de gran valor arqueológico.
De las 4 puertas de la muralla, se conserva parte de una de ellas en la calle del Regomir, junto a la Catedral. Conviene echarle un vistazo a las mismas, ya que son visibles detrás de una valla.
Para ver los restos de las murallas, dirigiros a la calle del Subteniente Navarro, junto a la Vía Layetana, donde se ven las murallas en todo su esplendor, así como la entrada del acueducto a la ciudad, detrás del edificio de Correos.
Al construirse la Plaza del Ángel se destruyeron las murallas para levantar el Hotel Suizo entre las calles de la Llibreteria y la nueva de Jaume I. A excepción de esta manzana y la de la fachada de la Catedral lo demás está encerrado entre viviendas medievales, barrocas y decimonónicas. Los tramos visibles están a ambos lados de la Catedral, pues claramente se ven las torres en las casas de la Pía Almoina, la casa de l’Ardiaca y la única puerta y patio renacentistas de verdad de la ciudad, así como los restos del acueducto romano y el Palacio Episcopal con su magnífico patio románico.
La Plaza del Rey se convirtió en el lugar donde se ajusticiaba a los reos en la Edad Media, junto a todos los herejes y brujas condenados por la Santa Inquisición. Cuando no había ajusticiamientos, la plaza se convertía en un mercado.
Como la prisión antigua se encontraba en la Plaza del Rey, cuando un reo se iba a ajusticiar, se le colocaba un cartel colgado del cuello con el delito cometido por escrito. En ocasiones se le colocaba una cinta roja desde la que colgaban los objetos robados o los utensilios que hubiera usado para cometer su crimen.
Sin movernos del Barrio Gótico, la basilica de San Just i Pastor, en la Plaza Sant Just, está construida sobre lo que fue un templo romano y pagano dedicado al culto de Mitra. De hecho, en su interior todavía puede verse el altar románico reformado para dar cabida al culto cristiano, destacando por encima de todo el resto de la obra.
Las juderías surgieron como resultado de la intolerancia practicada por los cristianos y del deseo por parte de los judíos de mantener su unidad y exclusividad. El papa Pablo IV creó la primera judería legal en Roma en el año 1555. Solían estar rodeadas por murallas y sus puertas se cerraban al anochecer. En muchos casos los judíos estaban obligados a llevar un identificativo cuando salían fuera de su recinto. La abolición de este sistema se produjo a raíz de la Revolución Francesa y de los movimientos liberales del siglo XIX.
Call, como se les conoce en catalán, es la palabra utilizada para designar las juderías o barrios judíos.
El Call de Barcelona estaba en el actual Barrio Gótico, en los alrededores de la catedral. Entre la plaza de Sant Jaume y la calle de Sant Honorat se encontraba una de las dos puertas de la judería. La actual calle de Sant Domènec del Call era la arteria principal del barrio. Debe su nombre a la destrucción del mismo, que tuvo lugar a consecuencia de un linchamiento el 5 de agosto de 1391, festividad de santo Domingo. El saqueo duró dos días, durante los cuales fueron asesinados 200 judíos y expulsado el resto.
Los límites de la judería medieval de Barcelona están bastante claros: el barrio judío estaba delimitado por las actuales calles Call -que era la entrada principal en su confluencia con la plaza Sant Jaume-, Banys Nous -cuando todavía se erigía en ella la muralla romana que hoy ha quedado oculta bajo los edificios impares de la calle y que es visible en algunos tramos-, la Baixada de Santa Eulàlia, la calle Sant Sever y, por último, la actual calle Sant Honorat, que antes de la construcción del Palau de la Generalitat llegaba prácticamente hasta la calle Bisbe.
Es bien conocida la lápida que se puede ver en la calle Marlet de la judería. Se trata de una copia que sustituyó a la original en 1981 (la original se encuentra en el Museu d’Història de la Ciutat) y recuerda la fundación de un hospital auspiciado por Samuel ha-Sardí, uno de los miembros más destacados de la aljama de Barcelona durante el siglo XIII.
La presencia en Barcelona de la Orden del Temple, conocidos como Templarios, contempla la citación inexcusable de la encomienda formada por Palau del Vallés o Palau Solitá, y la casa del Temple en Barcelona. La Casa del Vallés estaba ubicada en Palau-Solitá, que actualmente es un municipio del Valles Occidental, situado al este de la comarca, a un lado y otro de la riera de Caldes.
La Orden del Temple comenzó a recibir donaciones de tierras del Vallés desde los primeros momentos en que se establecieron contactos con los condes catalanes. La primera, fechada en 1131, es una propiedad en Sant Pere de Vilamajor.
En el año 1134, los magnates catalanes se reunieron para constituir en una asamblea de lo que constituiría la base sobre la cual establecer los derechos y deberes del establecimiento del Orden del Temple en el país. Una semana después se documenta la donación a la Orden de unas casas y torres en Barcelona. La Orden adquirió así propiedades cerca del castillo de Regomir. Con el tiempo el lugar se convirtió en el convento de Barcelona.
Al mismo tiempo que La Orden recibía estas donaciones en Barcelona, empezaban de forma paralela las donaciones en el Vallés. La primera fue una casa en Santa Perpetua de La Mogoda sobre el 1150.
Parece ser que, en un principio, la casa de Barcelona no era un convento, pero con el tiempo, y sobre todo a causa de los negocios que tenía el comendador del Vallés con los oficiales reales, acabó por serlo. Entonces fue cuando se desplazó la encomienda del Vallés a Barcelona. Diversos autores sitúan este traspaso sobre el 1282.
En la ciudad de Barcelona, las principales donaciones después de aquellas primeras, se concentraron en la montaña de Montjuïc.
En la Casa de Barcelona destacó de una manera notable, la actividad portuaria. En la actualidad la capilla es el único elemento conservado del antiguo convento templario. Está situada entre las calles Ataülf y Palau. Es, en esencia, la misma que mandó construir el comendador, Pere Gil, hacia el año 1246, cuando le fue concedida por el Obispo de Barcelona.
La capilla es un edificio de una sola nave, con muros de un grosor de 1,5 metros. Interiormente, está dividida en seis tramos, por cinco arcos ligeramente apuntados, de igual altura que la luz, es decir, 10,65 metros. El ábside es semi-hexagonal, aunque lo más importante a destacar es la utilización de la estructura en arcos de diafragma, para cubrir la iglesia. También es importante la decisión de preferir una planta tradicional enfrente de la radial que usaron los templarios en ciertas encomiendas como París, Londres o Tomar.
Jaime I abrió una puerta para acceder a la encomienda templara (institución socioeconómica de la Orden del Temple) una puerta que todavía puede apreciarse en la calle Timó.
Siguiendo este recorrido iremos a parar a las farolas de la Plaza Real de Barcelona, obra de Antoni Gaudí, en 1879, al que podría decírsele que siempre estuvo vinculado a la masonería.
Las farolas tienen tres y seis brazos, según el modelo. El número 6 es la suma de los tres primeros números: 1 + 2 + 3. Representa la cualidad amorosa en la creación, la armonía y el equilibrio.
Simbólicamente, aparece como la estrella de seis puntas del sello de Salomón, o escudo de David, constituido por la fusión armónica de dos triángulos, uno con el vértice hacia arriba y el otro hacia abajo, y que fueron usados frecuentemente por Gaudí, sobre todo en la fachada de la Sagrada Familia.
Lo más llamativo de esta decoración es que existe una representación del dios Mercurio en su parte superior, con su casco alado, junto a dos serpientes que se enroscan en el brazo central.
Las farolas de tres brazos fueron colocadas delante del Gobierno Civil, en Pla de Palau, un año después.
Encontrar vestigios medievales en la Ciudad Condal no resulta difícil si uno se fija con detenimiento.
En nuestra recta final, en la calle dels Comtes, podemos encontrar un impactante escudo policromado que representaba al temido Santo Oficio de la Inquisición, alojados ellos en un edificio de la Plaza de Ivoa desde 1542.
A pesar del lógico desgaste del tiempo, se puede observar perfectamente el escudo de Felipe II (un diseño de 1580 realizado a partir de su coronación como rey de Portugal) junto a los símbolos de la Inquisición, una cruz cristiana acompañada de una espada que simboliza el trato a los herejes y una rama de olivo que significa la reconciliación con los arrepentidos.
El escudo se encuentra en la actual sede del Museo Frederic Mares y que originalmente formó parte del Palacio Real Mayor, antigua residencia de los Condes de Barcelona.

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