El museo de Alfredo Palmero, situado en la calle Judea nº 2 del Valle Hebrón, constituye ya la tercera generación de un linaje de artistas que se inició con su abuelo, el Maestro Palmero, con quien compartió nombre y una gran afición por la pintura.
Del abuelo aprendió la base académica y la composición realista para desarrollar un estilo propio. Son famosos sus arlequines, metáfora del propio artista y homenaje claro a la vanguardia picasiana, o sus particulares meninas reinterpretación personal de las de Velázquez. Dota a sus personajes, de miradas que interpelen directamente al espectador, figuras que forman parte de entornos surrealistas.
Del abuelo aprendió la base académica y la composición realista para desarrollar un estilo propio. Son famosos sus arlequines, metáfora del propio artista y homenaje claro a la vanguardia picasiana, o sus particulares meninas reinterpretación personal de las de Velázquez. Dota a sus personajes, de miradas que interpelen directamente al espectador, figuras que forman parte de entornos surrealistas.
Partiendo del dibujo académico, uniendo tradición y contemporaneidad, las obras de Alfredo Palmero se alzan en vestigios actuales de un linaje comprometido con la paleta.
Clasicismo y contemporaneidad forman una obra bipolar que el autor maneja con naturalidad y donde sobresale su personal visión de la pintura.
Clasicismo y contemporaneidad forman una obra bipolar que el autor maneja con naturalidad y donde sobresale su personal visión de la pintura.
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